Mar Cifuentes / El Susurro
Es agosto de 2017 y escucho el primero: «Hace dos años fui notificada y hace uno que tomo la terapia retroviral. En sólo un año los medicamentos me han destruido el riñón, ahora también tengo que medicarme para eso»
Era mi primer día en Fundación Savia y en un espacio de conversación en SERNAMEG me contaban sobre eso de lo que no se sabe, lo que no se ve, ese traje enorme que las mujeres que viven con VIH usan como dosis, fruto de las investigaciones en países en que la talla de un humano es un 50% más que la promedio chilena.
Esa es la verdad de una mujer, de los efectos secundarios en su cuerpo. De su necesidad inmediata de que se realice investigación en su país, a su escala.
La medicina alópata nos ve como iguales, nuestros cuerpos y experiencias suelen discrepar.
Los susurros siguen latiendo, sobre vejaciones en hospitales, sobre el desconocimiento de una transmisión silenciosa y transversal.
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